Reflexiones norteñas I

De remeras y otras yerbas.


Me encanta venir al norte argentino cada vez que puedo. Recibí el primer año del bicentenario junto a mi mujer, mi futuro hijo/a y mis suegros en Tilcara, un pueblo al que realmente quiero muchísimo por su gente, su belleza y por varias lindas experiencias vividas allí. Tengo unos días más para seguir disfrutando de otros pueblos bonitos, así que, en este viaje a paso relajado voy dibujando en mi cabeza ciertas reflexiones que, de a poco, comienzo a bajar al papel (bah, al teclado).
Esto que paso a escribir es algo que vengo pensando hace bastante, pero que acá (en todo el norte argentino) lo pude visualizar mucho más: por qué los jóvenes adoran al Che Guevara, y no tienen ni puta idea de quién fue Eva Perón?
A ver, ya podemos enumerar tres o cuatro respuestas rápidas y al pie, pero a lo que quiero llegar es algo que tiene que ver más con cómo nos han contado nuestra Historia que las remeras y el merchandising de don Ernesto que pululan por el mundo entero.
En este lugar del país, donde muchos jóvenes hoy comienzan su derrotero mochilístico (que será de aquel destino obligado de los ochenta y los noventa que eran los siete lagos sureños?), se viene generando una suerte de mística onda “sigamos los pasos del Che”. Entonces los pibes se dejan la barba, las chicas lucen como las típicas jiponas de Filo, una remera del Che que nunca debe faltar junto a los pantalones rayados de diversos colores (modelo mochilanga ganador), guitarra al viento cantando “Hasta siempre Comandante”, Manu Chao y la latinoamericanidad al palo y variopintos rituales más.
Pero esa latinoamericanidad expresada a flor de piel y los sueños de la revolución continental terminan cuando se nombra la palabra maldita: Evita.
Ponele un ejemplo: tuve un inconveniente con el auto y lo dejé en San Miguel de Tucumán por una semana. Hoy lo fui a buscar y tomé la ruta hacia Salta, donde estoy pasando estos días. En el medio de la ruta, dos chicos y dos chicas con todas sus mochilas y su guitarra haciendo dedo. Como les dije minutos después, toda mi vida viajé como ellos y ahora que tenía la suerte de poder tener un coche (gracias a este gobierno, por otro lado) me solidarizaba con aquellos que iniciaban sus viajes aventureros. No tendrían más de 20 o 21 años. Eran macanudos y charlamos durante todo el viaje. Entre mate y mate, me contaban que el destino final era ir a La Paz a ver la reasunción del compañero Evo Morales. Todo iba sobre rieles. Hasta que nombré a Cristina. Ahí se terminó la unidad latinoamericana. Que esto, que lo otro, que son corruptos, que son autoritarios, etc. etc. Y mi respuesta: pero chicos, esta unidad la lleva adelante Cristina también, con otro tipo de modelo, obviamente por las características de cada pueblo, pero pensando en el bienestar y la felicidad del pueblo. Bueno, no había manera de coincidir, por lo que dimos por terminada la discusión y seguimos hablando de música y otros temas “no conflictivos”.
Y acá volvemos al tema del Che y de Evita: para muchos de estos jóvenes (igual que los “progres”), lo que pasa “afuera” siempre es mejor, no como en este país de mierda, dirían muchos; siempre va a ser mejor Evo que Cristina (sin poder demostrar cuál es la justificación de dicha afirmación) y por supuesto, siempre va a triunfar el Che sobre Evita, sin que nadie pueda, tampoco, justificar dichos razonamientos.
No hago juicio de valores sobre estos jóvenes, ni tampoco quiero plantear la dicotomía Che-Evita para ver quién era mejor. No.
Lo que intento plasmar es el resultado de una operatoria que se fue realizando durante la historia, donde los sectores dominantes liberales, a través de los grandes medios de comunicación, fueron creando nuevas zonceras, haciendo de la figura de Eva algo siniestro que sería mejor no nombrar más.
Entonces, por qué pega más la imagen del Che en los pibes que la de Evita? Porque, te digo, el Che habrá hecho lo que hizo en Cuba, lo felicitamos por su heroísmo y por sus sueños, pero, hay que hacer lo que hizo Eva acá eh! Había que tener los ovarios que demostró tener para ser mujer en esa época y llevar adelante una revolución pacífica junto al General. Había que tener muchos ovarios para pararse adelante de una multitud y realizar discursos incendiarios y revolucionarios, en contra del enemigo que estaba ahí, agazapado, a la vuelta. Había que tener muchos ideales, utopías y sueños para realizar la verdadera justicia social, la de otorgarle ni mas ni menos que lo que merecen a los que nada tienen.
Puede ser que la imagen del Che “dé” más joven que la de Evita. Puede ser.
Pero, si me preguntás, yo quiero que esos chicos empiecen a usar la remera con el rostro de Evita. Porque ella es nuestra. Porque la transformación la hizo acá, en nuestro lugar. Porque la amaron (así también como la odiaron) los abuelos de estos chicos. Porque tenés que hablar con los ancianos de estos pueblos para ver que nunca tuvieron nada en la vida hasta que ella apareció. Porque les devolvió la dignidad de vivir como habitantes igual que todos. Porque la remera del Che no genera violencia ni antipatía. Es aceptada y es “cool”.
Por eso ya me estoy armando la remera con el rostro de ella, ese rostro con el pelo al viento y que se la ve jóven por siempre. Porque sigue generando odios y miedos en los que la despreciaron en vida e insultaron hasta su muerte. Porque Evita sigue siendo, a pesar de muchos, nuestra revolucionaria.