La Eternauta.

Esta pluma que desborda belleza popular es de la Tani, de Aluvión Zoológico.

Cuánto condensa un momento, cuánta historia atrapada en una imagen. Una mujer, casi un suspiro hecho tornado, y en sus manos una estatuilla, el héroe colectivo, emblema de toda una generación a la que mató la nevada por el terrible pecado de no haberse quedado en su casa. Una mujer y una estatuilla entregada por Elsa Oesterheld y Solano López. Un premio que no sale en los diarios, claro que Elsa y don Francisco no son la Academia Sueca.

Y una ve ahí a esa mujer, que acaba de quitarle el lanzarrayos a los cascarudos, al borde de la lágrima, traspasada totalmente por el brío de los combatientes que libraron junto a ella la batalla de la General Paz. Y una la ve, decía, y se le vienen encima tantos años de tozudez peronista, de calle, aula, plaza, sindicato, villa. Es la Gloriosa Jotapé le cantamos, una serenata que la abraza y la hace temblar. Es la Gloriosa de la que ella fue parte y hoy es reina. Y ella, la soberbia, la dura, la arrogante, la intolerante, es una mujer corajuda apenas (y nada menos) parada sobre un escenario, permitiéndose la emoción, dejándose querer.

Porque es eso. Lo que sucedió ayer en la Ciudad Eva Perón fue un acto de amor. Una mujer y cientos de tercos militantes festejando la batalla ganada a los cascarudos. Sabiendo que quedan otras batallas por librar, que los Ellos siguen ahí y tienen mil recursos. Un video nos paseó por la batalla que musicaban la voz de la Negra y de León, de igual a igual. Golpe directo a la línea de flotación que nos hizo moquear a todos, a todos, recios machos peronistas incluídos, porque detrás de esas imágenes subyacía el agradecimiento por el laburo, la militancia, la terquedad, el acompañamiento.
Más tarde, Busso, y sobre su voz finita, las voces de millones que ahora están libres.

Y al fin, ella. Que tranquila y conmovida da cátedra una vez más sobre la voluntad política, la tarea de un gobernante, la transformación de un país, la construcción colectiva, la democracia real y la libertad de expresión de verdad. Al fin, ella. Una mujer corajuda apenas que, como Juan Salvo, sale a buscar una Patria para todos enfundada en su trajecito sastre.

La veo y sospecho que es mucha mujer para una parte del país, que no le llega a la suela, mucha presidenta para una caterva de tilingos que jamás van a entender la grandeza, mucho cuadro político para un enjambre de diletantes que creen que gobernar es someterse y sacar una feta de donde se pueda.

Pero es justo la mujer que necesitamos todos nosotros, los que estamos ahí abajo, casi enronquecidos, exhultantes, lloricosos y puteadores, llenitos de voluntad peronista, triunfantes, agrandados y con la camisa arremangada porque queda mucho trabajo.

Es justo la mujer que necesita esta Patria.

He dicho.